martes, 12 de julio de 2011

Walkie talkies

Esto me lo contó un colega. Bryan y Jhoss eran los mejores amigos, donde uno estaba, estaba el otro. Cuando no se veían se extrañaban, parecían hermanos. Bryan de 10 años y Jhoss de 9 decidieron pedirles a sus padres que les compraran unos walkie talkies para mantenerse comunicados entre sí cuando no estuviesen juntos, especialmente en las noches. Sus padres accedieron y les compraron los aparatos. Un día, a Bryan se le ocurrió penosa la idea de jugar con los walkie talkies en una gran casa abandonada que estaba en la misma manzana en la que ellos vivían, y así lo hicieron. Nunca habían entrado allí, porque se contaban muchas historias tenebrosas de esa casa, algunos decían que allí una familia entera había sido brutalmente asesinada, otros decían que el padre de aquella familia había entregado sus hijos al demonio en un pacto y luego,  arrepentido, se había suicidado. En fin, nadie sabía a ciencia cierta lo sucedido en esa casa. Bryan y Jhoss corrían por las escaleras y se decían uno al otro: -AMIGO, ESTOY EN EL CUARTO- CAMBIO -YA VOY PARA ALLÁ AMIGO- CAMBIO -AMIGO, HAY UN VIEJO ARMARIO VEN PARA ACÁ , AMIGO- CAMBIO? -YA VOY PARA ALLÁ AMIGO- CAMBIO Cuando estuvieron ambos en la habitación observando con extrañeza la forma de aquel armario y lo tétrico que era, escucharon que alguien más subía por las escaleras, pero ¿cómo era posible, había alguien más viviendo allí? Los pasos se dirigían rápidamente hacia la habitación, y ellos decidieron esconderse. Bryan fue el primero en hacerlo y se escondió debajo de la cama, Jhoss corrió hacia el armario y allí se quedó agachado. Los pasos llegaron hasta la entrada de la habitación y la puerta se abrió, Bryan, que estaba debajo de la cama, trataba de ver quién entraba, pero no veía nada, y entonces tomó su transmisor y le dijo a Jhoss : -AMIGO, ¿VES ALGO?-CAM…BI…BI..O -NO, AMIGO, NO PUEDO ABRIR LOS OJOS, TENGO MUCHO MIEDO. -TRANQUILO AMIGO. El dueño de los pasos entró en la habitación, pero Bryan seguía sin ver nada, no se explicaba por qué, entonces le entró un frío helado que se apoderó de sus huesos, no podía moverse y sentía un nudo en la garganta, casi estaba sin habla. Aquellos pasos parecían dirigirse directo al armario y al parecer Jhoss los escuchó. -AMIGO, VIENE PARA ACÁ, ¿QUÉ HAGO? Bryan no contestaba… Lo único que escuchó Bryan fueron los desgarradores gritos de Jhoss, quien repetía una y mil veces: ¡AMIGO, AYÚDAME… AMIGO, AYÚDAME, AMIGO! Hasta que todo quedó en silencio. Bryan no pudo salir de allí hasta después de tres horas, su cuerpo no respondía, todo él era un puro temblor. Llegó hasta su casa aún sin soltar su transmisor y contó a sus preocupados padres toda la historia. Los padres de Jhoss junto con otros vecinos del barrio Prinston acudieron a la casa y por más que revisaron no pudieron hallar rastro del niño. Su sepelio se hizo sin cuerpo y la casa fue clausurada y con los años demolida. Ahora yo tengo 45 años y conservo aquel viejo transmisor que me dio ese amigo mio, en el que algunas noches escucho con claridad la voz de un niño quien me dice: -AMIGO, AMIGO, HACE UN POCO DE FRÍO PERO VAMOS A SEGUIR JUGANDO,  SÓLO FUE UN SUSTO

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